A ninguno de los mozos parece importarle demasiado que la radio de clásicos insista en perder su sintonía una y otra vez. Quizás sea culpa de la resolana de verano, que se cuela por el ventanal y lo torna todo un tanto sopopífero.
Pido un cortado americano y una medialuna. Y espero. A mi lado, una mujer lee un manual sobre como cuidar a enfermos de alzheimer. Un poco mas allá una pareja -¿son pareja?- se sientan enfrentados. El deglute, de a largos pero espaciados bocados, una individual de muzarella. Ella ignora a la pizza, y también lo ignora a él.
Dos pasos antes de la mesa el mozo tropieza y vuelca la soda de cortesía.
El hecho, que podría parecer irrelevante, cobra cierta magnitud porque, a pesar de llevar todo en la misma bandeja, el sujeto ha logrado volcar la mitad del vaso, más no así al cortado, que permanece impoluto.
Como sea, el agua todo lo salpica. El mozo chista para si, y se lanza a buscar un trapo rejilla. Observo la la bandeja apoyada en la mesa. Observo a la medialuna, que no es de manteca, sino de grasa.
"Esa medialuna no es de manteca, es de grasa" inquiero al sujeto, "Es de manteca" responde tajante, trapo en mano, sin siquiera mirarme. "Pero... es muy finita", sugiero. "Nuestras medialunas son así", sentencia. Y se marcha. Aún me debe una soda que es claro nunca repondrá.
La mujer ha dejado de leer: ahora se maquilla. La mujer de la pareja -¿son pareja?- cedió y está comiendo una de las porciones de pizza. Igual sigue ignorándolo a él. Y el café está quemado. Y la medialuna, vieja. Y un olor a filet se expande desde la cocina. Y la tele anuncia otro crimen que pronto será irrelevante. Y la radio de clásicos insiste en perder su sintonía. Y el sol se cuela por el ventanal, y todo se torna un tanto sopopífero
El chicotazo de las fiestas no llega con el arbolito, las publicidades o, incluso, con el estrés familiar. Ante ello, uno siempre puede correr los ojos, mirar hacia otro lado, desentenderse del asunto. No. El revés llega ante el primer deseo impune de 'felicidades'. No importan las buenas intenciones del sujeto: sin quererlo te ha hundido de lleno en esa vorágine de banquetes orgiásticos, abrazos hipócritas y consumos por encima de tu humilde economía. Sin desearlo, el sujeto te ha obligado a participar activamente del tema, a responder el saludo, a desearle vos también un alegre festejo de una religión que no te compete y una próspera performance en la siguiente iteración del calendario gregoriano.
Gracias, administrador freelance de bases de datos.
Te odio.
Gracias, administrador freelance de bases de datos.
Te odio.
Tormenta
¡Alto!
Espera un minuto.
Necesito que me hagas un favor.
Necesito que te detengas
e imagines
por tan solo un momento
que sucedería
si en verdad cayeran
soretes
de punta.
¿Puedes verlo, amigo?
¿Puedes ver
a las gentes buscando
guarecerse
de los proyectiles
de bosta?
¿Puedes ver las heces
explotando
sobre el asfalto?
¿Puedes ver
las calles
anegadas
de un mar
diarreico?
¿Y los copos
de caca
cayendo,
todos
tan distintos
entre si?
¿Puedes ver
a los perros
perdiendo el control?
¿Y a los niños
jugando
en exceremento?
¿Puedes verlo?
¿Puedes olerlo?
¿Puedes sentirlo?
¿No sería
acaso
algo
realmente
hermoso?
Espera un minuto.
Necesito que me hagas un favor.
Necesito que te detengas
e imagines
por tan solo un momento
que sucedería
si en verdad cayeran
soretes
de punta.
¿Puedes verlo, amigo?
¿Puedes ver
a las gentes buscando
guarecerse
de los proyectiles
de bosta?
¿Puedes ver las heces
explotando
sobre el asfalto?
¿Puedes ver
las calles
anegadas
de un mar
diarreico?
¿Y los copos
de caca
cayendo,
todos
tan distintos
entre si?
¿Puedes ver
a los perros
perdiendo el control?
¿Y a los niños
jugando
en exceremento?
¿Puedes verlo?
¿Puedes olerlo?
¿Puedes sentirlo?
¿No sería
acaso
algo
realmente
hermoso?
sudor y sangre
Dejé los fritos,
las grasas
y el azucar refinada.
Controlo las porciones
y las cantidades.
Complemento con
frutas
y verduras,
crudas
y cocidas.
Y las harinas
-excepto el integral de la mañana-
son cosa del
pasado.
Como legumbres.
¡Legumbres!
Y tomo líquidos
todo
el
rato.
-Hasta mear como un condenado.-
Camino
todo el tiempo,
todos los dias
y me ejercito
y flexiono
y abdomino
y transpiro
y me canso
y me duermo.
Incluso lijé paredes
con térmicas
de 35 grados.
Y en una semana bajé
150 gramos.
Según mis proyecciones,
en unas 100 semanas de dieta,
llegaré a un peso razonable.
No deseado,
pero si razonable.
las grasas
y el azucar refinada.
Controlo las porciones
y las cantidades.
Complemento con
frutas
y verduras,
crudas
y cocidas.
Y las harinas
-excepto el integral de la mañana-
son cosa del
pasado.
Como legumbres.
¡Legumbres!
Y tomo líquidos
todo
el
rato.
-Hasta mear como un condenado.-
Camino
todo el tiempo,
todos los dias
y me ejercito
y flexiono
y abdomino
y transpiro
y me canso
y me duermo.
Incluso lijé paredes
con térmicas
de 35 grados.
Y en una semana bajé
150 gramos.
Según mis proyecciones,
en unas 100 semanas de dieta,
llegaré a un peso razonable.
No deseado,
pero si razonable.
"Gordo boludo!" me gritó el pendejo desde la ventanillaa del fondo, con la suficiente fuerza como para atravesar el barullo que escupía el auricular.
"Tenes como catorce y seguis viajando en micro escolar, gil!", le respondí. Pero el micro ya se había ido, y no me escuchó.
Allí quedé: gritándole al vacío; y sintiéndome un poco boludo.
"Tenes como catorce y seguis viajando en micro escolar, gil!", le respondí. Pero el micro ya se había ido, y no me escuchó.
Allí quedé: gritándole al vacío; y sintiéndome un poco boludo.
Mas que un sueño fue una historia. Tenía principio, nudo y desenlace. Tenía protagonista, antagonista, personajes secundarios e, incluso, un interés romántico sugerido. Tenía giros en la trama, un climax potente, la consabida vuelta de tuerca al final del relato que lo tiñe de siniestro.
Desperté con el sudor propio de afiebrado. El reloj marcaba las 4:35 de la madrugada. Sin siquiera pensarlo, prendí la luz y comencé a tomar nota de lo narrado. Una oferta laboral -bastante generosa-, para trabajar por un tiempo fijo en una planta perdida en la selva de Misiones. Micros, pasajes, valijas, terminales. Otro micro, pero con barrotes. El contacto con la tierra roja. Un joven científico un tanto excéntrico que, sonriente, explicaba las tareas repetitivas y sin sentido aparente que debíamos ejecutar.
A medida que llenaba las hojas del cuaderno la historia comenzaba a desdibujarse. Mis ojos, cansados, se cerraban nuevamente. La manos escribiendo en automático. Aún recordaba el final, pero los detalles que conducían al punto cúlmine del relato se esfumaban, como ocurre con la mayoría de los sueños. El maldito segundo acto.
¿Como era que el protagonista descubría que los mantenían encerrados, si era necesario, contra su voluntad? ¿Cuando encontraba a los otros grupos, idénticos al suyo, realizando la misma tarea? ¿Y el viejo colega, cuando aparecía?.Un poco intentando recordar, otro poco inventando sobre la marcha, logré alcanzar el final del relato: el intento de escape por el lecho de río seco, que se veía frustrado por el supuesto conocido, que se revelaba como colaborador del científico que, aún vivo, estallaba en una risa cínica.
Y satisfecho, volví a dormir.
Cuatro horas mas tarde sonó el despertador. Sin pensarlo demasiado, retomé la automática rutina pre-laboral habitual: pis, ducha, café, tostadas, el primer cigarrillo prendido al contacto con el frío de la mañana. Recién en el colectivo recordé la noche anterior. Busqué en mi bolso la libreta. Había quedado a un costado de la cama.
El día fue largo. Esporádicos pantallazos del relato se me sucederien, intermitentes, a lo largo de todo el día, mientras intentaba llevar a cabo mis obligaciones. Ya era entrada la noche cuando logré retornar a mi hogar. Sin siquiera pensarlo, tome el cuaderno y, con dificultad, comencé a descifrar los garabatos que se sucedían en la hoja. Efectivamente era una historia, si. Con su principio, nudo y desenlace. Con su protagonista, antagonista, sus secundarios, y su interés romántico sugerido. Con sus giros en su trama. Era una historia, si. Pero era una historia bastante bastante pedorra.
Desperté con el sudor propio de afiebrado. El reloj marcaba las 4:35 de la madrugada. Sin siquiera pensarlo, prendí la luz y comencé a tomar nota de lo narrado. Una oferta laboral -bastante generosa-, para trabajar por un tiempo fijo en una planta perdida en la selva de Misiones. Micros, pasajes, valijas, terminales. Otro micro, pero con barrotes. El contacto con la tierra roja. Un joven científico un tanto excéntrico que, sonriente, explicaba las tareas repetitivas y sin sentido aparente que debíamos ejecutar.
A medida que llenaba las hojas del cuaderno la historia comenzaba a desdibujarse. Mis ojos, cansados, se cerraban nuevamente. La manos escribiendo en automático. Aún recordaba el final, pero los detalles que conducían al punto cúlmine del relato se esfumaban, como ocurre con la mayoría de los sueños. El maldito segundo acto.
¿Como era que el protagonista descubría que los mantenían encerrados, si era necesario, contra su voluntad? ¿Cuando encontraba a los otros grupos, idénticos al suyo, realizando la misma tarea? ¿Y el viejo colega, cuando aparecía?.Un poco intentando recordar, otro poco inventando sobre la marcha, logré alcanzar el final del relato: el intento de escape por el lecho de río seco, que se veía frustrado por el supuesto conocido, que se revelaba como colaborador del científico que, aún vivo, estallaba en una risa cínica.
Y satisfecho, volví a dormir.
Cuatro horas mas tarde sonó el despertador. Sin pensarlo demasiado, retomé la automática rutina pre-laboral habitual: pis, ducha, café, tostadas, el primer cigarrillo prendido al contacto con el frío de la mañana. Recién en el colectivo recordé la noche anterior. Busqué en mi bolso la libreta. Había quedado a un costado de la cama.
El día fue largo. Esporádicos pantallazos del relato se me sucederien, intermitentes, a lo largo de todo el día, mientras intentaba llevar a cabo mis obligaciones. Ya era entrada la noche cuando logré retornar a mi hogar. Sin siquiera pensarlo, tome el cuaderno y, con dificultad, comencé a descifrar los garabatos que se sucedían en la hoja. Efectivamente era una historia, si. Con su principio, nudo y desenlace. Con su protagonista, antagonista, sus secundarios, y su interés romántico sugerido. Con sus giros en su trama. Era una historia, si. Pero era una historia bastante bastante pedorra.
Quisquillos
Como que ando
con ganas
de enamorarme.
Como que ando
con ganas
de perder
un poco
el con
trol.
trol.
Flashearla.
Embobarme.
Maquinarme.
Pero no,
justo de vos no.
Está todo bien
pero no.
Está todo bien
pero no.
No,
y de vos tampoco che.
y de vos tampoco che.
No se,
no me gustás.
Disculpá
No tenían mas de quince años. Ambas con anteojos negros, aguardaban su turno para concretar la transacción en la cadena de farmacias. Una de ellas reía nerviosa, mientras escondía un producto en la mano. La otra, supongamos una amiga, intentaba tranquilizarla dándole palmaditas en la espalda. Intentaban pasar desapercibidas, pero claro, no lo lograban.
Finalmente les llegó el turno de pagar. Sin dejar de reír, ni de ocultar lo que tenía en su mano, la portadora se acercó a la caja. Intentó apoyar el producto sobre el mostrador pero su nerviosismo, o la torpeza propia de la edad, se lo impidió. La caja, alargada y de rosa chicle furioso, fue directo al piso. Era un test de embarazo.
La reidora se quedó petrificada, limitándose a mirar el packaging semihundido en la alfombra color neutro. La supuesta amiga, mas rápida, decidió ocuparse del tema. Recogió el producto y se lo alcanzó al empleado, que sin inmutarse lo deslizó por el lector y procedió cerrar la venta.
Todo parecía haber terminado cuando de repente, de atrás mío, escucho a alguien decir: "La próxima decile que acabe afuera, amiga". Saliendo de su catarsis, la ex reidora apenas atinó a tartamuduear un 'pelotudo', antes que la amiga la agarrara del brazo y la tironeara hacia la puerta, mientras el pelotudo estallaba en carcajadas.
Finalmente les llegó el turno de pagar. Sin dejar de reír, ni de ocultar lo que tenía en su mano, la portadora se acercó a la caja. Intentó apoyar el producto sobre el mostrador pero su nerviosismo, o la torpeza propia de la edad, se lo impidió. La caja, alargada y de rosa chicle furioso, fue directo al piso. Era un test de embarazo.
La reidora se quedó petrificada, limitándose a mirar el packaging semihundido en la alfombra color neutro. La supuesta amiga, mas rápida, decidió ocuparse del tema. Recogió el producto y se lo alcanzó al empleado, que sin inmutarse lo deslizó por el lector y procedió cerrar la venta.
Todo parecía haber terminado cuando de repente, de atrás mío, escucho a alguien decir: "La próxima decile que acabe afuera, amiga". Saliendo de su catarsis, la ex reidora apenas atinó a tartamuduear un 'pelotudo', antes que la amiga la agarrara del brazo y la tironeara hacia la puerta, mientras el pelotudo estallaba en carcajadas.
Paja
Hace un tiempo
me agarró la idea
loca
ridícula
revolucionaria
de querer
a sentirme
bien.
O, bueno,
al menos
un poco
-tan solo un poco-
mejor.
Así que tome la decisión
concienzuda
de anotarme
en un gimnasio.
Averigué.
Comparé.
Constaté.
Y cuando estaba todo listo
con el jogging puesto
y la plata en la mano
me avisaron
que necesitaban
un apto médico.
Así que pedí turno
con el médico.
Y esperé
Y después fui.
Y el médico me mando
a hacer
estudios.
Entonces,
pedí turno para los estudios.
Y esperé
y fuí.
Pero había pasado un mes
y la orden
estaba vencida.
"Pero ustedes
me dieron el turno
para más
de un mes"
"Tendrías que habernos
avisado"
me dijeron.
"¿Avisado que?"
"Que era
para un estudio"
Aun pienso otras variantes
por las que quisiera
hacerme
una ergometría
Igual volví a pedir turno para el estudio
y también llamé al médico
y le expliqué la situación
y aceptó darme un sobreturno
y me actualizó la orden
porque igual
pasó la tarjeta
de la prepaga.
Y entonces esperé
y fui
y corrí
y sudé
y me agité
y después esperé
a que me dieran
los resultados.
Pero también tenia que hacer
un analisis
de sangre
y orina.
Entonces compré el frasquito para el pis.
E hice el ayuno de 12 horas
y madrugué
y fui.
Y esperé.
Y esperé.
Como una hora y media esperé,
pero nunca me atendieron.
Y entonces me fui.
Y tiré el pis a la basura
A la semana volví.
Aún mas temprano
Aún más ayunado
Y con un pis
mucho mas amarillo.
Y esperé otra hora y media
y entonces me atendieron
pero me dijeron
que ese estudio
tenía que autorizarlo
"Un análisis de sangre?" le dije
"Autorizarlo?", le dije.
"Si. Un análisis de sangre", me dijo.
"Autorizarlo".
Asi que volví
a tirar el pis en la basura
y me fuí.
Entonces llamé a la prepaga.
Y me dijeron que si
que había que autorizarlo.
Un análisis de sangre.
Autorizarlo.
Y me lo autorizaron.
Y volví a comprar
el frasquito
y volví a hacer el ayuno.
y volví a madrugar.
Pero esperé dos horas
y no me atendieron.
Presenté una queja.
"Tengo una reunión
de trabajo", mentí.
Pero igual me dijeron
que vuelva mañana.
"Mañana es sábado" le dije.
"Por eso mismo", me dijo.
Pero no fuí.
Porque era sábado.
Y la orden se me volvió a vencer.
Y no llamé al médico
porque ya me dio paja.
me agarró la idea
loca
ridícula
revolucionaria
de querer
a sentirme
bien.
O, bueno,
al menos
un poco
-tan solo un poco-
mejor.
Así que tome la decisión
concienzuda
de anotarme
en un gimnasio.
Averigué.
Comparé.
Constaté.
Y cuando estaba todo listo
con el jogging puesto
y la plata en la mano
me avisaron
que necesitaban
un apto médico.
Así que pedí turno
con el médico.
Y esperé
Y después fui.
Y el médico me mando
a hacer
estudios.
Entonces,
pedí turno para los estudios.
Y esperé
y fuí.
Pero había pasado un mes
y la orden
estaba vencida.
"Pero ustedes
me dieron el turno
para más
de un mes"
"Tendrías que habernos
avisado"
me dijeron.
"¿Avisado que?"
"Que era
para un estudio"
Aun pienso otras variantes
por las que quisiera
hacerme
una ergometría
Igual volví a pedir turno para el estudio
y también llamé al médico
y le expliqué la situación
y aceptó darme un sobreturno
y me actualizó la orden
porque igual
pasó la tarjeta
de la prepaga.
Y entonces esperé
y fui
y corrí
y sudé
y me agité
y después esperé
a que me dieran
los resultados.
Pero también tenia que hacer
un analisis
de sangre
y orina.
Entonces compré el frasquito para el pis.
E hice el ayuno de 12 horas
y madrugué
y fui.
Y esperé.
Y esperé.
Como una hora y media esperé,
pero nunca me atendieron.
Y entonces me fui.
Y tiré el pis a la basura
A la semana volví.
Aún mas temprano
Aún más ayunado
Y con un pis
mucho mas amarillo.
Y esperé otra hora y media
y entonces me atendieron
pero me dijeron
que ese estudio
tenía que autorizarlo
"Un análisis de sangre?" le dije
"Autorizarlo?", le dije.
"Si. Un análisis de sangre", me dijo.
"Autorizarlo".
Asi que volví
a tirar el pis en la basura
y me fuí.
Entonces llamé a la prepaga.
Y me dijeron que si
que había que autorizarlo.
Un análisis de sangre.
Autorizarlo.
Y me lo autorizaron.
Y volví a comprar
el frasquito
y volví a hacer el ayuno.
y volví a madrugar.
Pero esperé dos horas
y no me atendieron.
Presenté una queja.
"Tengo una reunión
de trabajo", mentí.
Pero igual me dijeron
que vuelva mañana.
"Mañana es sábado" le dije.
"Por eso mismo", me dijo.
Pero no fuí.
Porque era sábado.
Y la orden se me volvió a vencer.
Y no llamé al médico
porque ya me dio paja.
Idea
Lunes, 21 hs. Estas lavando tus manos en el lavatorio del baño cuando levantas los ojos, y te descubres a ti mismo. Observas tus ojeras remarcadas, tus principios de arrugas, tu barba enmohecida. Observas tu cabellera, con su leve pero incipiente calvicie; con su eterno remolino del izquierdo; con sus rulos que nunca terminan de formarse, pero tampoco de deshacerse. Tu lángida y aburrida cabellera.
Cuando entonces,
tienes una idea.
Abres uno de los cajones y tomas la afeitadora eléctrica con la que desde hace dos años recortas tu barba. Desenredas el cable, preparas el adaptador, y la colocas en tu frente. Sientes un poco de vértigo, pero es justamente éste el que te motiva. Y decidido lanzas tu mano hacia atrás.
El resultado no es el esperado. En vez de un camino de pelo en forma de cresta invertida, solo has obtenido un mechon de pelos. Repites el procedimiento unas cuantas veces. Algo no está bien. El pelo tira demasiado; la cantidad extirpada es insuficiente.
Lo mejor es no detenerse a pensarlo. Asi que sigues imitando el movimiento por un buen rato. A cada pasada, el tirón es cada vez mas grande. A cada pasada, tu pelaje cada vez mas asimétrico.
"¿Como puede ser posible?" te dices a ti mismo "Si yo ya me he rapado con dicho aparato". "¿Sera acaso el enchufe, este enchufe que hace falso contacto y que desde hacer meses me prometo arreglarlo pero jamas, jamas lo he hecho?" te preguntas.
En cueros, semicalvo y con pelo ajenos colgando de tu pecho te diriges hacia el living, con un espejito en una mano, y la afeitadora en la otra.
El resultado es el mismo.
Un tanto nervioso, colocas entonces la máquina en tu barba, como lo haces una vez por semanas desde hace dos años, y mueves tu brazo, una y otra vez.
Nada.
Y alli es cuando comprendes: las cuchillas de la máquina están desafiladas.
Sin limpiar los restos de tremenda masacre que aún descansan en la bacha te lanzas a la búsqueda de aquella gorrita que nunca en tu vida usas pero que te permitirá salir mañana por la mañana a hacerle una visita de emergencia a tu peluquero amigo.
Cuando entonces,
tienes una idea.
Abres uno de los cajones y tomas la afeitadora eléctrica con la que desde hace dos años recortas tu barba. Desenredas el cable, preparas el adaptador, y la colocas en tu frente. Sientes un poco de vértigo, pero es justamente éste el que te motiva. Y decidido lanzas tu mano hacia atrás.
El resultado no es el esperado. En vez de un camino de pelo en forma de cresta invertida, solo has obtenido un mechon de pelos. Repites el procedimiento unas cuantas veces. Algo no está bien. El pelo tira demasiado; la cantidad extirpada es insuficiente.
Lo mejor es no detenerse a pensarlo. Asi que sigues imitando el movimiento por un buen rato. A cada pasada, el tirón es cada vez mas grande. A cada pasada, tu pelaje cada vez mas asimétrico.
"¿Como puede ser posible?" te dices a ti mismo "Si yo ya me he rapado con dicho aparato". "¿Sera acaso el enchufe, este enchufe que hace falso contacto y que desde hacer meses me prometo arreglarlo pero jamas, jamas lo he hecho?" te preguntas.
En cueros, semicalvo y con pelo ajenos colgando de tu pecho te diriges hacia el living, con un espejito en una mano, y la afeitadora en la otra.
El resultado es el mismo.
Un tanto nervioso, colocas entonces la máquina en tu barba, como lo haces una vez por semanas desde hace dos años, y mueves tu brazo, una y otra vez.
Nada.
Y alli es cuando comprendes: las cuchillas de la máquina están desafiladas.
Sin limpiar los restos de tremenda masacre que aún descansan en la bacha te lanzas a la búsqueda de aquella gorrita que nunca en tu vida usas pero que te permitirá salir mañana por la mañana a hacerle una visita de emergencia a tu peluquero amigo.
Imaginate que un día te despertas, y la única banda que existe o existió sobre la faz de la tierra es OASIS. Imaginate lo terrible que sería. Porque, ponele que si en vez de oasis fuera Celine Dion, directamente colgas los botines con la música y te dedicas a la papiroflexia o, digamos, la literatura rusa del siglo XVIII.
Pero con Oasis no. Con oasis lo intentarías. De vez en cuando irías y pondrías el disco. Escucharías la guitarra distorsionada, una pentatónica y una luz de esperanza brillaría en tus oídos. ¿Podré acaso lograr que esto me guste? te preguntas. Y te lanzas a ello.
El primer tema lo toleras. El segundo también. Ya al tercero comienzas a notar como tu mandíbula se tensa. Algo no está bien. El cuarto, y tus nudillos se contraen. Definitivamente, algo no está bien. Al quinto, tus dientes rechinan. Y al sexto, comienzas a largar espuma por la boca. ¿Por que?, te preguntas. ¿Por que es tan blando? ¿Por que es tan fácil? Pero no tienes respuesta. Es rock. Pero es pop. Y es los dos. Pero ninguno a la vez.
Finalmente pones pausa. Sudor frío corre por tu frente. Cuando caes en la cuenta de la desgracia que el hecho implica, corrés a tu cama, a llorar en posición fetal, hasta quedarte dormido, por todo lo que pudo haber sido, pero no fue.
Pero con Oasis no. Con oasis lo intentarías. De vez en cuando irías y pondrías el disco. Escucharías la guitarra distorsionada, una pentatónica y una luz de esperanza brillaría en tus oídos. ¿Podré acaso lograr que esto me guste? te preguntas. Y te lanzas a ello.
El primer tema lo toleras. El segundo también. Ya al tercero comienzas a notar como tu mandíbula se tensa. Algo no está bien. El cuarto, y tus nudillos se contraen. Definitivamente, algo no está bien. Al quinto, tus dientes rechinan. Y al sexto, comienzas a largar espuma por la boca. ¿Por que?, te preguntas. ¿Por que es tan blando? ¿Por que es tan fácil? Pero no tienes respuesta. Es rock. Pero es pop. Y es los dos. Pero ninguno a la vez.
Finalmente pones pausa. Sudor frío corre por tu frente. Cuando caes en la cuenta de la desgracia que el hecho implica, corrés a tu cama, a llorar en posición fetal, hasta quedarte dormido, por todo lo que pudo haber sido, pero no fue.
Squish
A mi no me vengas
con pendejeces
a mi dame
algo concreto
algo aprensible
algo palpable
algo que pueda tomar
con mis manos
abrazarlo
besarlo
pellizarlo
pellizarlo
e intentar
cogmerlo.
Y si es no
es no.
No pasa nada.
Siempre puedo volver
a masturbarme
pensando
en esa chica
que hace cinco años
que no veo
en persona.
¿Que querés que te diga?
¿Que querés que te diga?
Supongo aún no me siento del todo preparado para dar otra vez el salto hacia esa conforme conformidad
sin altibajos que es la pareja porque si.
Conozco de ello.
Conozco su compañerismo sin sexo y de labios secos,
Conozco su tedio de sonrisas petrificadas.
Conozco sus noches insomnes,
y la fantasías culposas;
La persecución de proyecto
tras proyecto
tras proyecto,
mientras repites
una
y
otra
vez
un lánguido 'estoy bien'
como un mantra.
No.
Creo que aún no estoy preparado para ello.
Mejor, mantengamos nuestras miserias por separado.
Si queres probemos
hablar de nuevo
en..
digamos
que te parece
otro
par de años?
hablar de nuevo
en..
digamos
que te parece
otro
par de años?
Balcón
Ella no fumaba, pero igual le hacía compañía.
-¿Alguna vez se cruzó por tu cabeza saltar al otro lado de la baranda? - le preguntó
-¿Debería?- respondió ella, luego de un largo silencio.
-No lo sé. Quizás. ¿Nunca te atrajo acaso la idea del libre vuelo? Aunque éste sea algo efímero. Efímero, como la idea de saltar al otro lado.
-Pero no es vuelo. Es caída. En picada.
-Así es como se simula la gravedad cero en la tierra. Un avión en caída libre desde la estratósfera. Son meros segundos. Y aún asi...
-Quizás deberías hablarlo con alguien. Con un profesional, me refiero.
-Solo era una pregunta. Y es tan solo un impulso.
-Por eso mismo.
-Supongo que no todos consideran la posibilidad de que el pasto pueda ser mas verde del otro lado de la baranda.
-¿Tenés obra social?
-No.
El dejó que la colilla se estrellara contra los adoquines de la calle.
Ella nunca volvió responder sus mensajes.
Soso
Siempre
habrá
gente
más inteligente
y más talentosa
y más interesante
que vos.
Siempre
-también-
habrá
gente
más bella
y agradable,
interpelable
y risueña,
con más calle e
historias,
con más vida recorrida.
E incluso,
si lo intentaras
-y temprano
o tarde
lo harás.
Claro que lo harás-
Claro que lo harás-
tampoco podrías
coronorarte
como el más pusilánime,
o el más patético,
el mas paupérrimo petulante
o el más patético,
el mas paupérrimo petulante
No por ello
empero,
deberías acongojarte.
empero,
deberías acongojarte.
Dicen
que existe
cierto placer
en la llana
y sin sobresaltos
y sin sobresaltos
mediocridad.
Y si
acaso
eso no alcanzara,
recuerda:
aún tienes
una sandwichera
que quedó de tu divorcio
que quedó de tu divorcio
escondida
en el fondo
Dialelo
Deberia
dejar de fumar.
Y también
debería
comer
mas sano
Y además
tendría
que
hacer
ejercicio.
Pero
no puedo hacer ejercicio
si fumo tanto.
Ni puedo dejar
de fumar
si además
pretendo
comer
poco.
Y tampoco creo
que pueda comer
poco
si
la intención
es no fumar.
Asi que
lo dejo estar.
Tarde
o temprano
las cosas
se acomodarán
solas.
Supongo.
Ella revolvía su arroz con camarones
sin muchas ganas, diseccionando las pequeñas partes del marisco que le
daba impresión comer. El picoteaba su seco de carne, mientras la
observaba un tanto molesto: al fin y al cabo había sido su propuesta
ir a un restaurante peruano, luego de que no encontraran un lugar de pastas a esa hora por
esa parte de la ciudad.
Cenaron en silencio, intercambiando
algún que otro comentario respecto al mal servicio del mozo, o de
otros comensales alrededor suyo. Solo se conocían hacia seis meses,
pero parecían en pareja hace años.
Finalmente terminaron. Ella le propuso
pedir la cuenta, y él, para sus adentros, lo agradeció. Ella le dio
la mitad del dinero, pero él igual no llegaba. “Tenés más
plata?”, le dijo. “Nop”, respondió ella. “Voy a un cajero”. En la calle, su primer pensamiento fue
prenderse un cigarrillo. Y el segundo, no volver al restaurante. Pero igual volvió.
Durmieron juntos, vestidos, cada uno volteado hacia su lado de pared.
A la mañana siguiente hablaron.
Ella lloró a solas en el baño.
'Quiero irme', le dijo luego.
Se despidieron con un beso.
A la mañana siguiente hablaron.
Ella lloró a solas en el baño.
'Quiero irme', le dijo luego.
Se despidieron con un beso.
Al momento de pactar su inmortalidad jamás hubiera considerado la posibilidad de que una guerra bacteriológica erradicara a la humanidad de un modo tan abrupto. Pero allí estaba: rodeado de cuerpos en descomposición, un tanto aburrido, y con hambre.
Todo parecía indicar que iba a ser una eternidad muy pero muy larga.
Todo parecía indicar que iba a ser una eternidad muy pero muy larga.
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