Imaginate que un día te despertas, y la única banda que existe o existió sobre la faz de la tierra es OASIS. Imaginate lo terrible que sería. Porque, ponele que si en vez de oasis fuera Celine Dion, directamente colgas los botines con la música y te dedicas a la papiroflexia o, digamos, la literatura rusa del siglo XVIII.

Pero con Oasis no. Con oasis lo intentarías. De vez en cuando irías y pondrías el disco. Escucharías la guitarra distorsionada, una pentatónica y una luz de esperanza brillaría en tus oídos. ¿Podré acaso lograr que esto me guste? te preguntas. Y te lanzas a ello.

 El primer tema lo toleras. El segundo también. Ya al tercero comienzas a notar como tu mandíbula se tensa. Algo no está bien. El cuarto, y tus nudillos se contraen. Definitivamente, algo no está bien. Al quinto, tus dientes rechinan. Y al sexto, comienzas a largar espuma por la boca. ¿Por que?, te preguntas. ¿Por que es tan blando? ¿Por que es tan fácil? Pero no tienes respuesta. Es rock. Pero es pop. Y es los dos. Pero ninguno a la vez.

Finalmente pones pausa. Sudor frío corre por tu frente. Cuando caes en la cuenta de la desgracia que el hecho implica, corrés a tu cama, a llorar en posición fetal, hasta quedarte dormido, por todo lo que pudo haber sido, pero no fue.