Parecían hermanos: ambos canosos y ojerosos, demacrados a pesar del exceso de peso. Café de por medio, ventilaban penas de amor con sus ronqueras propias de fumador añejo. Ella contaba que había echado a su actual pareja por alcohólico, y que ésta vez no planeaba dejarlo volver. El admitía que, a pesar de haberse separado hace más de un año, ocasionalmente insistía en querer volver con su ex pareja, siempre sin éxito. Se escucharon mutuamente sin emitir opinión al respecto, y luego quedaron en silencio, cada uno mirando su propia taza.
 -Me debés 300 pesos- le dijo ella, luego de un rato.
 -No tengo- se justificó el.
-Nunca tenés- sentenció.
El no respondió.
-¿Me los vas a pagar?-volvió a increpar.
-Si, claro que te los voy a pagar.
-¿Cuando?
-Pronto. Cuando pueda.
-¿Ves esto? Yo hago un llamadito ahora, y en media hora te están cagando bien a patadas en el orto-dijo ella, mientras sacaba su celular y se lo mostraba. El quedó en silenció y bajó la mirada. Comenzó a revolver su café.
-Bueno, me voy- dijo ella y agregó -tu hija necesita zapatillas y vos no las vas a comprar, así que al menos dignate a pagar el café.
-Esperá. Te alcanzo con el auto-dijo él, señalando el taxi estacionado a metros del café.
-Voy para otro lado.
-¿No querés que vayamos a un telo?
-No, yo a vos no te cojo más.- le dijo ella, a modo de despedida. Agarró sus cosas, y se fue. El esperó unos minutos, dejó el dinero de los cafés sobre la mesa, e hizo lo mismo.

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