FMM
de esa fiesta privada
a la que nos negaron la entrada?
Recuerdas a esa muchacha que, azarosa,
apareció de la misma nada?
Aquella de cabello enrulado,
enjunta y voluptuosa,
entregada a la necesidad imperiosa
de ser amada?
De las idas y vueltas,
del que vos,
del que yo,
del que vos,
del que…
para luego terminar,
los tres
tendidos,
en la cama?
Y luego de unos besos alternados
y el necesario despojo del vestuario
decidiste poseerla por detrás
sin siquiera consultarlo.
Asi quedé, yo por debajo,
del peso de ambos, depositario,
observando tu rictus orgásmico,
mientras tu sudor goteaba en mi cara
Recuerdas, Claudio,
recuerdas
el roce
involuntario
de nuestros genitales?
Yo no Claudio,
yo no.
Creo
que prefiero
no recordarlo.
-Me debés 300 pesos- le dijo ella, luego de un rato.
-No tengo- se justificó el.
-Nunca tenés- sentenció.
El no respondió.
-¿Me los vas a pagar?-volvió a increpar.
-Si, claro que te los voy a pagar.
-¿Cuando?
-Pronto. Cuando pueda.
-¿Ves esto? Yo hago un llamadito ahora, y en media hora te están cagando bien a patadas en el orto-dijo ella, mientras sacaba su celular y se lo mostraba. El quedó en silenció y bajó la mirada. Comenzó a revolver su café.
-Bueno, me voy- dijo ella y agregó -tu hija necesita zapatillas y vos no las vas a comprar, así que al menos dignate a pagar el café.
-Esperá. Te alcanzo con el auto-dijo él, señalando el taxi estacionado a metros del café.
-Voy para otro lado.
-¿No querés que vayamos a un telo?
-No, yo a vos no te cojo más.- le dijo ella, a modo de despedida. Agarró sus cosas, y se fue. El esperó unos minutos, dejó el dinero de los cafés sobre la mesa, e hizo lo mismo.
Soy de esos
que después de garcharte
no quieren echarte,
sino charlarte. Soy de esos
que esperan un descuido
para meterse
por el rabilllo
de tu ojo,
a la búsqueda
de algo auténtico,
algo genuino,
algo más íntimo
que tu cuerpo desnudo
entrelazado con el mío
en una cama
que chilla.
Hoyo
Un día usted se despierta y, como todos los días, se dirige al baño a evacuar las exigencias de su fisiología. Allí está usted, orinando medio dormido, intentando embocarle al inodoro, cuando de repente levanta su vista y descubre un pequeño punto negro suspendido en el aire. Su primera reacción es creer que se trata de una, digamos, “licencia poética” de su vista. Pero no: usted frota sus ojos y nada; mueve su cabeza, y el pequeño punto se mantiene allí, cual pixel de plasma quemado, flotando en la inmensidad del cosmos, exactamente en su baño, y mas o menos equidistante entre su cabeza y el botón de desagote.
Quizás sea esa fijación por meter el dedo en lugares extraños lo que lo lleva a acercar su mano y querer tocar tal cosa. Craso error. El punto ejerce una succión inusual y desmesurada en su dedo índice, y se ve obligado a ayudarse con la otra mano para salir de tal embrollo. La situación, fugazmente cautivante -aunque necesitaría una escalera-, pronto se convierte en pánico. Usted no será un experto en física cúantica, pero tiene el suficiente bagaje cultural (esas historietas ñoñas que lee) como para, al menos, suponer que se trata de un apenas perceptible agujero negro. ¡Mierda! Dice para sus adentros.
Cuarentayochos llamados más tarde logra convencer a un astrofísico de que visite su baño. Y aquí las cosas se ponen un poco difusas. El astrofísico pronto se convierte en decenas de especialistas con toneladas de maquinaria, todos agolpados en su dos ambientes de 29 mts2. La situación, para que negarlo, le genera un poco de ansiedad: no solo por tener un agujero negro en su baño, sino también porque la tapa del inodoro quedó levantada y en su interior se pueden ver unas evidentes manchitas marrones que jamás se dignó a limpiar. Analiza usted entonces ponerse a explicar, a los gritos, que bueno, vive solo, que suele hacer la limpieza los sábados, y que tampoco esperaba visitas, menos aún a decenas de personas apretujoneadas en su baño. Pero no. Mejor no.
A la larga los especialistas deciden que si, que se trata de un ‘agujerito negro’ -si, ahora se le da por llamarlo agujerito-, pero que por suerte está estable y no parece que vaya a crecer. Conformes, se retiran todos, llevandose consigo la maquinaria, no sin antes clausurarle definitivamente su baño “por si acaso”.
El resto de su vida usted se lo pasará cagando en una maceta.
Una polilla se posó en mi pene
y una polilla se posó en mi pene.
Su errático vuelo allí la condujo
y allí es donde ella optó descansar.
Sacudí el miembro
y el insecto hecho vuelo.
antes de tiempo
y tabla
piso
y paredes
logré orinar.
Una polilla se posó en mi pene
y ahora
con lavandina
orines desparramados
deberé limpiar
Hongo
Un día usted se despierta y es un hongo. Y no uno bonito o agradable. Comestible, si, pero medio insípido. Nada del glamour típico del champignon o portobello. Usted es poco atractivo a la vista: cabezón, marrón caquita, y con su tronco hundido en la tierra, porque ni siquiera tiene el dudoso -más psicotrópico- honor de haber brotado de las heces del cebú. Para colmo creció solo, sin coetáneos. Su única companía será un árbol que le impide ver el sol pero no le frena el chiflete que constantemente le pega en la espalda.
El resto de su existencia será bastante irrelevante: un día un perro lo olisqueará; otra vez unos niños campamentistas lo picarán un rato con un palo. Y eso es mas o menos todo.
Ánimos: tampoco es que los hongos vivan demasiado.
Instantáneas
Una carcajada;
la forma en cruzabas las piernas al sentarte en el piso;
una borrachera en año nuevo;
el cenicero que improvisabas con el atado de parissienes vacío;
la única vez que te ví llorar desconsoladamente;
un -muchos- consejos.
Olvidar cada día, y a pesar del esfuerzo, un par de esas pequeñas instantáneas que impiden que te conviertas en mero recuerdo.
Chicas Lindas
Molla
Me gusta que
alpincharte
te contraigas,y los fluidos
manen
de tu interior.
la piel chamuscada;
es la grasa líquida
que se desliza
Len
ta.
Y crepíta
sobre las placas
de hierro
candente
Aún sangras.
Las mandíbulas palpitan,
se regocijan
por adelantado.
tus jugos.
untaré
chimichurri.
Y te acompañare con una ensalada criolla.
Cadáver
Allí estaba el cadáver, sobresaliendo de la bolsa que lo contenía, con sus jugos chorreados sobre el pavimento. Un enjambre de palomas sobreexitadas picoteaban su cuerpo, indiferentes al olor putrefacto producto de la descomposición acelerada por un sol de las tres de la tarde. Seguramente había caído del camión y allí había quedado, por pura negligencia del operario. Y allí quedaría, a la espera de otros depredadores, hasta que algún barrendero se dignara a recoger los restos de ese pollo que engalanaba el acceso al depósito de mercadería de una importante cadena de supermercados.
Finalmente falleció Susy
Se escucharon mutuamente sin emitir opinión al respecto, y luego quedaron en silencio, cada uno mirando su propia taza.
-Me debés 300 pesos- le dijo ella, luego de un rato.
-No tengo- se justificó el.
-Nunca tenés- sentenció.
El no respondió.
-¿Me los vas a pagar?-volvió a increpar.
-Si, claro que te los voy a pagar.
-¿Cuando?
-Pronto. Cuando pueda.
-¿Ves esto? Yo hago un llamadito ahora, y en media hora te están cagando bien a patadas en el orto-dijo ella, mientras sacaba su celular y se lo mostraba. El quedó en silenció y bajó la mirada. Comenzó a revolver su café.
-Bueno, me voy- dijo ella y agregó -tu hija necesita zapatillas y vos no las vas a comprar, así que al menos dignate a pagar el café.
-Esperá. Te alcanzo con el auto-dijo él, señalando el taxi estacionado a metros del café.
-Voy para otro lado.
-¿No querés que vayamos a un telo?
-No, yo con vos no cojo más.- le dijo ella, a modo de despedida. Agarró sus cosas, y se fue. El esperó unos minutos, dejó el dinero de los cafés sobre la mesa, e hizo lo mismo.