Escrito hace varios años. Ocasionalmente tengo que recordármelo.

Escribir. Escribir porque sí. Escribir por las dudas. Escribir por práctica. Escribir sin razón, por inercia, solo para ver que pasa. Escribir y escarbar, y revolver entre la mugre, la piel, los intestinos, revolver entre la nada. Escribir y vomitar, sin detenerse, intentando que sea algo con forma, algo que nos regocije, nos llene, nos alumbre, nos sorprenda. Escribir para encontrar la falla, no solo en el texto, siempre imposible, siempre imperfecto, sino también en uno, siempre imposible, siempre imperfecto,  siempre abatido, siempre ocupado, siempre lleno y tapado y retapado con litros de tinta desgastada que forman capas insondables que ocupan, que ocultan. Escribir intentando encontrar un puñetazo en la quijada, despabilante. Escribir porque se acaba el tiempo, que pasa constante siempre inconstante, siempre mas rápido, y las piernas cada vez mas cansadas para alcanzarlo, y las arrugas que aparecen sin que desaparezcan los granos. Escribir porque es necesario, porque las palabras quedan chicas y ocupan espacio, pero vacían a otro, a uno, lo empujan, lo encaran, lo acosan, lo encierran, lo escupen, lo apalean, lo matan. Escribir de madrugada, cuando los ojos rojos, las lágrimas secas y el pecho entumecido buscan respuestas. Escribir porque es necesario. Escribir porque hace falta.