Solo bastó con
lamer
la tapa de papel metalizado
para entender
que algo allí
no andaba bien.
Mas, absorto a lo que sucedía en pantalla,
hundí la cuchara en el potaje,
y procedí a llevarlo
a la boca.
Rancio.
Mi postrecito
light
de chocolate
estaba rancio.
Mi anhelado
tentempié de madrugada
yacía
espeso
y rancio.
Esporas mohosas
habían comenzado
a formarse
en su superficie.
No se muy bien por qué,
pero igual tragué
la porción
que alojaba en mi boca.
Casi pude sentir
el cosquilleo
en mi garganta
de esa pelusa grisácea
que indicaba
el comienzo de vida
fungicelular.
La fecha de caducidad indicaba un 28 de mayo.
¿Es que tanto tiempo había pasado desde su adquisición?
Mi memoria,
un dislate cronológico
concebía
a lo sumo
dos semanas.
¿Acaso era posible
que haya sido estafado
por la oriental del minimercado?
Pero si suele ser tan
amable.
Siempre me saluda con un
'hola amigo'
un tante hilarante.
En la pantalla
aún discurría la trama.
Pero ya nada importaba.
Pues me había quedado
sin mi tentempié
de madrugada.
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