Atiendo el llamado y sos vos, 
que me saluda, como si nada.
Atónito, te pregunto si de veras volviste 
de entre los muertos.
Y no me respondes.
Ya no me respondes.

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El resto de la noche
la paso despertando
una y otra vez
creyendo oír al teléfono
que suena.

Desorden

Luego de mucho meditarlo llegó a la conclusión que el problema no era su insomnio, sino que los días venían mal ordenados. Uno debería amanecer como siempre, pensó, pero pasado el almuerzo, a eso de las 2 de la tarde, debería hacerse automáticamente de noche.  De esta manera, el espacio de la tarde, el mas abúlico, el mas sopopífero, el menos inspirado, se utilizaría para el descanso físico. Y recién al alba, con el pleno sol de mediodía despuntando, uno se iría a la cama.
Miércoles. 20 hs. Bar. Urquiza. Los dos viejos beben su enésima copa en silencio . En un momento, uno le hace una seña al otro. Su mirada, esquiva y vidriosa, recae sobre una niña de pantalones demasiado ajustados. Ambos la siguen un rato largo con la mirada.
- ¿Vos viste ese culo? 
-Si...
-Un espectáculo.
-Si...
-¿Vos sabes lo que le haría a ese culo?
- ...tenía 15 años.
-Bah... 
-...
-..igual... hace años que no se me para.
-...
Y siguieron muriendo en silencio. 

El mogo

Desde el fondo del bondi se lo vio venir. Avanzaba por el pasillo a los tropezones cual puber sin control de su cuerpo, chancleando con sus ojotas de marca. Apenas rellenito, intentaba disimularlo esgrimiendo principios de musculatura anaeróbica. Pero no: los granos purulientos, los anteojos demasiado profundos, la curita recorriendo de lado a lado su nariz y, sobre todo, la lengua apenas asomando por entre unos labios con hebras de baba seca lo delataban.
-Dame el asiento-, le espetó, seseante pero decidido, a un sujeto de unos treintaytantos años que ocupaba en una fila individual. Éste se sacó los auriculares, y le preguntó por que debería hacerlo. -Porque me quiero sentar-, fue toda la respuesta. -Pedí el asiento adelante-, sentenció el tipo. -No, adelante no quiero. No me gusta. -...y a mi no me gusta viajar parado. -¡Dame el asiento!-, dijo, elevando la voz. -No- respondió el sentado, exageradamente tranquilo. -Si no me lo das te pego. -...¿Eh? -Que te voy a pegar. -No.
La mano voló como trompada de valga la redundancia, para encastrar perfecto en el pecho del sujeto sentado. Adolorido, éste amagó con devolver el golpe, para arrepentirse a último momento. "Mogo de mierda", solo atinó a decir antes de volver a su butaca. Fue suficiente: el golpeante retrocede aterrado, lo suficiente como para trastabillar y caer de lleno sobre Señora 1, que lanzó un gemido ahogado. Señor 1, entonces, se ve obligado a interceder: ayuda al golpeante a levantarse y chequea el estado de salud de ambos; a la postre, lanza una puteada al sentado. Ahí es cuando Señora 2, que observaba la situación ofuscada, aprovecha la -literal- pegada para sumarse en el insulto. Y señora 3 también. El sentado se defiende con el único y pobre argumento que tiene, que el chico debería sentarse adelante: Igual encuentra rápido un par de aliados. Pero Señor 1, Señora 2 y Señora 3 están dispuesto a defender los intereses del golpeante que, confundido, ya no sabe muy bien como continuar la contienda. Veinte segundos mas tarde el colectivo se ha vuelto una turba de gritadores y puteantes. Al chofer, entonces, no le queda otra que interceder. Estaciona el vehículo, observa la escena y resopla. Evitando a todos y cada uno de los involucrados sacude del hombro a Señora NN, que a pesar de la bulla reinante aún se las ingenia para simular una siestita, como para que levante de una buena vez por todas su culo del asiento de discapacitados, que es donde, haciendo puchero, terminará viajando el golpeante el resto del trayecto.