Tormenta

¡Alto!
Espera un minuto.
Necesito que me hagas un favor.

Necesito que te detengas
e imagines
por tan solo un momento
que sucedería
si en verdad cayeran
soretes
de punta.

¿Puedes verlo, amigo?

¿Puedes ver
a las gentes buscando
guarecerse
de los proyectiles
de bosta?

¿Puedes ver las heces
explotando
sobre el asfalto?

¿Puedes ver
las calles
anegadas
de un mar
diarreico?

¿Y los copos
de caca
cayendo,
todos
tan distintos
entre si?

¿Puedes ver
a los perros
perdiendo el control?

¿Y a los niños
jugando
en exceremento?

¿Puedes verlo?
¿Puedes olerlo?
¿Puedes sentirlo?

¿No sería
acaso
algo
realmente
hermoso?


sudor y sangre

Dejé los fritos,
las grasas
y el azucar refinada.

Controlo las porciones
y las cantidades.

Complemento con
frutas
y verduras,
crudas
y cocidas.

Y las harinas
-excepto el integral de la mañana-
son cosa del
pasado.

Como legumbres.
¡Legumbres!
Y tomo líquidos
todo
el
rato.
-Hasta mear como un condenado.-

Camino
todo el tiempo,
todos los dias
y me ejercito
y flexiono
y abdomino
y transpiro
y me canso
y me duermo.

Incluso lijé paredes
con térmicas
de 35 grados.

Y en una semana bajé
150 gramos.

Según mis proyecciones,
en unas 100 semanas de dieta,
llegaré a un peso razonable.

No deseado,
pero si razonable.


"Gordo boludo!" me gritó el pendejo desde la ventanillaa del fondo, con la suficiente fuerza como para atravesar el barullo que escupía el auricular.

"Tenes como catorce y seguis viajando en micro escolar, gil!", le respondí. Pero el micro ya se había ido, y no me escuchó.

Allí quedé: gritándole al vacío; y sintiéndome un poco boludo.

Mas que un sueño fue una historia. Tenía principio, nudo y desenlace. Tenía protagonista, antagonista, personajes secundarios e, incluso, un interés romántico sugerido. Tenía giros en la trama, un climax potente, la consabida vuelta de tuerca al final del relato que lo tiñe de siniestro.

Desperté con el sudor propio de afiebrado. El reloj marcaba las 4:35 de la madrugada. Sin siquiera pensarlo, prendí la luz y comencé a tomar nota de lo narrado. Una oferta laboral -bastante generosa-, para trabajar por un tiempo fijo en una planta perdida en la selva de Misiones. Micros, pasajes, valijas, terminales. Otro micro, pero con barrotes. El contacto con la tierra roja. Un joven científico un tanto excéntrico que, sonriente, explicaba las tareas repetitivas y sin sentido aparente que debíamos ejecutar.

A medida que llenaba las hojas del cuaderno la historia comenzaba a desdibujarse. Mis ojos, cansados, se cerraban nuevamente. La manos escribiendo en automático. Aún recordaba el final, pero los detalles que conducían al punto cúlmine del relato se esfumaban, como ocurre con la mayoría de los sueños. El maldito segundo acto.

¿Como era que el protagonista descubría que los mantenían encerrados, si era necesario, contra su voluntad? ¿Cuando encontraba a los otros grupos, idénticos al suyo, realizando la misma tarea? ¿Y el viejo colega, cuando aparecía?.Un poco intentando recordar, otro poco inventando sobre la marcha, logré alcanzar el final del relato: el intento de escape por el lecho de río seco, que se veía frustrado por el supuesto conocido, que se revelaba como colaborador del científico que, aún vivo, estallaba en una risa cínica.

Y satisfecho, volví a dormir.

Cuatro horas mas tarde sonó el despertador. Sin pensarlo demasiado, retomé la automática rutina pre-laboral habitual: pis, ducha, café, tostadas, el primer cigarrillo prendido al contacto con el frío de la mañana. Recién en el colectivo recordé la noche anterior. Busqué en mi bolso la libreta. Había quedado a un costado de la cama.

El día fue largo. Esporádicos pantallazos del relato se me sucederien, intermitentes, a lo largo de todo el día, mientras intentaba llevar a cabo mis obligaciones. Ya era entrada la noche cuando logré retornar a mi hogar. Sin siquiera pensarlo,  tome el cuaderno y, con dificultad, comencé a descifrar los garabatos que se sucedían en la hoja. Efectivamente era una historia, si. Con su principio, nudo y desenlace. Con su protagonista, antagonista, sus secundarios, y su interés romántico sugerido. Con sus giros en su trama. Era una historia, si. Pero era una historia bastante bastante pedorra.


Ayer pasé por tu casa.
Te toqué timbre.
Varias veces.

Me pareció ver movimiento,
en la ventana.
una sombra
detrás de las cortinas.
Pero nadie atendió.

No sé.
Debe haber sido el viento.

O quizás fue mi imaginación

Quisquillos

Como que ando
con ganas
de enamorarme.

Como que ando
con ganas
de perder
un poco
el con
                        trol.

Flashearla.
Embobarme.
Maquinarme.

Pero no,
justo de vos no.

Está todo bien
pero no.

No,
y de vos tampoco che.

No se,
no me gustás.
Disculpá

¡No lo hagas!

Los dibujos son de Muriel Bellini