Somos otros.
Somos desconocidos.
Un poco mas viejos.

Y, también, mucho menos sabios.
No tenían mas de quince años. Ambas con anteojos negros, aguardaban su turno para concretar la transacción en la cadena de farmacias. Una de ellas reía nerviosa, mientras escondía un producto en la mano. La otra, supongamos una amiga, intentaba tranquilizarla dándole palmaditas en la espalda. Intentaban pasar desapercibidas, pero claro, no lo lograban.

Finalmente les llegó el turno de pagar. Sin dejar de reír, ni de ocultar lo que tenía en su mano, la portadora se acercó a la caja. Intentó apoyar el producto sobre el mostrador pero su nerviosismo, o la torpeza propia de la edad, se lo impidió. La caja, alargada y de rosa chicle furioso, fue directo al piso. Era un test de embarazo.

La reidora se quedó petrificada, limitándose a mirar el packaging semihundido en la alfombra color neutro. La supuesta amiga, mas rápida, decidió ocuparse del tema. Recogió el producto y se lo alcanzó al empleado, que sin inmutarse lo deslizó por el lector y procedió cerrar la venta.

Todo parecía haber terminado cuando de repente, de atrás mío, escucho a alguien decir: "La próxima decile que acabe afuera, amiga". Saliendo de su catarsis, la ex reidora apenas atinó a tartamuduear un 'pelotudo', antes que la amiga la agarrara del brazo y la tironeara hacia la puerta, mientras el pelotudo estallaba en carcajadas.

Paja

Hace un tiempo
me agarró la idea
loca
ridícula
revolucionaria
de querer
a sentirme
bien.

O, bueno,
al menos
un poco
-tan solo un poco-
mejor.

Así que tome la decisión
concienzuda
de anotarme
en un gimnasio.

Averigué.
Comparé.
Constaté.
Y cuando estaba todo listo
con el jogging puesto
y la plata en la mano
me avisaron
que necesitaban
un apto médico.

Así que pedí turno
con el médico.
Y esperé
Y después fui.
Y el médico me mando
a hacer
estudios.

Entonces,
pedí turno para los estudios.

Y esperé
y fuí.

Pero había pasado un mes
y la orden
estaba vencida.

"Pero ustedes
me dieron el turno
para más
de un mes"
"Tendrías que habernos
avisado"
me dijeron.
"¿Avisado que?"
"Que era
para un estudio"
Aun pienso otras variantes
por las que quisiera
hacerme
una ergometría

Igual volví a pedir turno para el estudio
y también llamé al médico
y le expliqué la situación
y aceptó darme un sobreturno
y me actualizó la orden
porque igual
pasó la tarjeta
de la prepaga.

Y entonces esperé
y fui
y corrí
y sudé
y me agité
y después esperé
a que me dieran
los resultados.

Pero también tenia que hacer
un analisis
de sangre
y orina.

Entonces compré el frasquito para el pis.
E hice el ayuno de 12 horas
y madrugué
y fui.

Y esperé.
Y esperé.
Como una hora y media esperé,
pero nunca me atendieron.
Y entonces me fui.
Y tiré el pis a la basura

A la semana volví.
Aún mas temprano
Aún más ayunado
Y con un pis
mucho mas amarillo.

Y esperé otra hora y media
y entonces me atendieron
pero me dijeron
que ese estudio
tenía que autorizarlo

"Un análisis de sangre?" le dije
"Autorizarlo?", le dije.
"Si. Un análisis de sangre", me dijo.
"Autorizarlo".

Asi que volví
a tirar el pis en la basura
y me fuí.

Entonces llamé a la prepaga.
Y me dijeron que si
que había que autorizarlo.
Un análisis de sangre.
Autorizarlo.

Y me lo autorizaron.
Y volví a comprar
el frasquito
y volví a hacer el ayuno.
y volví a madrugar.

Pero esperé dos horas
y no me atendieron.
Presenté una queja.
"Tengo una reunión
de trabajo", mentí.
Pero igual me dijeron
que vuelva mañana.
"Mañana es sábado" le dije.
"Por eso mismo", me dijo.

Pero no fuí.
Porque era sábado.
Y la orden se me volvió a vencer.
Y no llamé al médico
porque ya me dio paja.


Idea

Lunes, 21 hs. Estas lavando tus manos en el lavatorio del baño cuando levantas los ojos, y te descubres a ti mismo. Observas tus ojeras remarcadas, tus principios de arrugas, tu barba enmohecida. Observas tu cabellera, con su leve pero incipiente calvicie; con su eterno remolino del izquierdo; con sus rulos que nunca terminan de formarse, pero tampoco de deshacerse. Tu lángida y aburrida cabellera.

Cuando entonces,
tienes una idea.

Abres uno de los cajones y tomas la afeitadora eléctrica con la que desde hace dos años recortas tu barba. Desenredas el cable, preparas el adaptador, y la colocas en tu frente. Sientes un poco de vértigo, pero es justamente éste el que te motiva. Y decidido lanzas tu mano hacia atrás.

El resultado no es el esperado. En vez de un camino de pelo en forma de cresta invertida, solo has obtenido un mechon de pelos. Repites el procedimiento unas cuantas veces. Algo no está bien. El pelo tira demasiado; la cantidad extirpada es insuficiente.

Lo mejor es no detenerse a pensarlo. Asi que sigues imitando el movimiento por un buen rato. A cada pasada, el tirón es cada vez mas grande. A cada pasada, tu pelaje cada vez mas asimétrico.

"¿Como puede ser posible?" te dices a ti mismo "Si yo ya me he rapado con dicho aparato". "¿Sera acaso el enchufe, este enchufe que hace falso contacto y que desde hacer meses me prometo arreglarlo pero jamas, jamas lo he hecho?" te preguntas.

En cueros, semicalvo y con pelo ajenos colgando de tu pecho te diriges hacia el living, con un espejito en una mano, y la afeitadora en la otra.

El resultado es el mismo.

Un tanto nervioso, colocas entonces la máquina en tu barba, como lo haces una vez por semanas desde hace dos años, y mueves tu brazo, una y otra vez.

Nada.

Y alli es cuando comprendes: las cuchillas de la máquina están desafiladas.

Sin limpiar los restos de tremenda masacre que aún descansan en la bacha te lanzas a la búsqueda de aquella gorrita que nunca en tu vida usas pero que te permitirá salir mañana por la mañana a hacerle una visita de emergencia a tu peluquero amigo.