Buen día

Un día usted se despierta y por razones que le cuesta determinar, bueno, no, no es tan difícil de determinar, el problema es que usted se durmió torcido, si, torcido, con el cuerpo torcido, los miembros torcidos, el cuello torcido, la cabeza torcida y el cerebro bastante torcido también, en fin, que usted se despierta después de como siete horas de retorcidez y descubre, a su pesar, que tiene no uno, sino los dos brazos dormidos, no las manos, los brazos, enteros, bueno hasta el codo que es bastante, sobre todo porque no es esa somnolencia de meros pinchazos que con unos sacudida momentánea del miembro afectado se pasa y a otra cosa mariposa y si te he visto no me acuerdo, sino que la cosa es un poco mas grosera, violácea, hinchada, amoratada, insensible, algo que podría resultarle hasta preocupante digamos, si no fuera porque, encima de que se está meando, le suena el teléfono que usted usa a modo de despertador, porque usted es de esos que dice para que me voy a comprar un despertador si tengo un celular que tiene un modo de despertador y encima le puedo poner el ringtone que se me canta, cosa que nunca en su vida hizo, y además de eso, lo que es la tecnología, me indica al instante la cantidad de horas que voy a dormir, siete, todas torcidas, para qué, se dice, y, por ejemplo, para no tener que lidiar con la situación que se le presenta ahora, que es operar ese teclado ridículamente ínfimo con unos dedos mochos que no quieren responder y uia, uia, aia, uia, y el aparatito que se le desliza de las manos, y udyrf hace fuerza para agarrrrrarlo pero no, cae, cae, cae, no sin antes rebotar en la mesita de luz y deslizarse hacia ese criadero de pelusas que esconde bajo la cama, y lo más terrible es que no se apaga, no, el politono horrible, ese que nunca osó cambiar, continúa con su jadeo monocorde en un crescendo que comienza a desgarrarle el cortex, por lo que, aún medio dormido, y con los brazos aún más dormidos, se incorpora en un pseudo salto ornamental que no solo le joderá la rodilla para el resto de la jornada sino que también le hace recordar al instante que se mea, mal, mucho, la fuerza de cien bueyes presionando sobre su vejiga, así que el aparato seguirá sonando mientras usted se dirige, a los saltos, saltitos, siempre con la rodilla sana, hacia el cuarto de baño, a la par que sacude sus manos amoratadas como para despertarlas, y cada saltito es un golpe que hace presssión sobre su otrora inmaculada vejiga, que ya deja escapar unas gotitas de pissss que comienzan a humedecerle la ropa interior desvencijada cuyo elástico cede ante cada avanzada, pisss, deslizándose mas y más hacia abajo hasta enredársele entre las piernas, pisss, lo cual le complica el avance pero en cierta forma le ahorra trabajo porque ahí viene, pisssssshhh, y usted con su mano mocha, pssshhhhh, que no puede manipular el asunto con soltura, pshshhss sobre el retrete, phshhhshsh sobre la tabla, psshhh sobre el piso y azulejos, y psshshhusshh también sobre su mano que recién entonces se despierta, mientras que, desde abajo de su cama, el telefonito continúa aullando un horrendo, horrendo 'buen día'.

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