¿Quieres venir a casa, nena?
Tengo un lemoncelloque robé
de uno de esos restaurantes caros.
No pienses que suelo a ir a esos lugares.
Y menos aún con otras chicas.
No hay otras chicas.
Solo tú.
Bueno, siempre está mi madre,
pero ella ya es una anciana.
Con ella fui a ese antro de aristócratas.
Nos acompañaba un tío alcohólico,
Sabes, en cierta forma
el sujeto
es un perdedor.
Aunque
pensándolo bien
tiene suficiente pasta
para ser medianamente exitoso.
Tu sabes.
¿Quieres, entonces, conocer mi pocilga?
No te preocupes, nena.
Es un eufemismo.
Todo está bastante limpio
y ordenado.
Lo hice pensando en ti, ¿sabes?
Pensé
en que quizás vendrías.
No te hagas ilusiones,
Tampoco soy tan pulcro.
No sea cosa
que pienses
que soy un perdedor.
Y cuando digo perdedor
no me refiero a esos con talento,
que escriben en español neutro,
y siempre tienen una buena excusa
para pelear ebrios en los bares,
hasta que mueren, demasiado pronto, de cirrosis.
No.
Me refiero a aquellos
que no toleran beber demasiado,
ni tienen marcas de batalla en el cuerpo;
Esos
con un empleo mediocre
y una vida mediocre
llena de anhelos mediocres
y espejismos momentáneos;
que no saben seducir a una chica como tu,
ni tienen sexo con chicas como tu,
y que limpian sus hogares
fantaseando
con que
algún día
lograrán
llevarte
a la cama.
¿Vienes entonces?
Ese lemoncello está esperandote.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.