Debe ser mi mano, pensé.
El contorno se dibujaba con un ángulo y una posición un tanto incómodos. Me pegué a la pared, mirando hacia ella, y puse los dedos sobre el dibujo.
Apenas un poco mas grande que mi mano.
Quizás, cuando estuve luchando para prender la estufa, en algún momento, me apoyé justo ahí. Con la mano engrasada con algo. Si, seguramente fue eso.
Hasta hice un chiste al respecto.
Y luego lo olvidé.
Porque, claro, eso sucedió el invierno pasado.
Hoy el frío hizo que despertáramos, otra vez, con los vidrios empañados.
La mano sigo ahí.
No soy una persona excesivamente pulcra. Pero en el año que transcurrió debo haber limpiado el vidrio por lo menos en dos o tres oportunidades.
Me apoyo contra el vidrio. Mido los dedos.
Apenas grandes.
Debe ser mi mano.